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lunes, 20 de octubre de 2014

Verano Sin Polera

                 Todos alguna vez soñamos con el verano sin polera, algunos lo cumplimos, otros sólo nos sacamos la polera en la ducha.  Pero la wea chistosa es qué hacemos para poder lograr esta meta.  Porque en Chile la población de guatones es más grande que la población de princesos en el centro de Santiago, y eso se debe a que la mayoría de los weones que sueñan con poder mostrar un six pack que no sea de cerveza en la playa, lo único que corran sea la paja.

                “El lunes comienzo con deporte”.  Tanto que odiamos los lunes que ese “lunes con deporte” tiene menos posibilidades de llegar que la regla pa’ una mina embarazada.  Si hay algunos weones que lo más cercano a pegarle a una pelota de fútbol es apretar cuadrado en el control del Play.  Y no me vengan con que no hacen deporte, pero si una dieta.  Porque comprarse una Bebida Light al lado de un Big Mac es más hipócrita que Johnny Herrera haciendo campaña para la Ley Emilia.  Aparte las dietas son un invento de los maracos para no hacer deporte.  Yo troto entre cuatro o cinco veces a la semana, como cualquier wea, y en vola no estoy pa’ estar un verano sin polera en el Quinto Sector de Reñaca, pero con orgullo me puedo sacar la polera en el Tercer Sector.  ¿Dieta?  El día del pico, si no hay nada más rico que comer puras weas. 

                Chile está lleno de weones que parecen dólar, suben y bajan de peso todos los días, porque sus DIETAS son como las weas.  Por eso, dejen la dieta de lado, y apliquen un poco de deporte.  Y no, piscolear aún no es deporte, aunque como la Michelle es tan buena onda, en vola lo aprueba algún día.

                Así que, cabros, no nos pongamos weones sólo pa’ parecernos a Gokú en el verano.  Si quieren engrupirse a una mina, no tienen que ir al gimnasio todo el año… háganla farolear como weona y después de la quinta piscola les da la pasá seguro. 

                Y acuérdense, la dieta del caballo (A pura agua y paja) pasó de moda después de los 17 años, ahora por último apliquen la dieta del lagarto (Comer poco y culear harto) y estamos check pa’ disfrutar las vacaciones.

                Saludos a los pocos pero fieles lectores. 


                High Five. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

Metro de Santiago: ¿Llegar atrasado o ser abusado?

                Aprovechando que estoy en Santiago, todos los días me doy cuenta de cosas diferentes que pasan acá.  Unas son la raja y otras no me gustan tanto.  Pero una wea que simplemente no me puede gustar es el metro.  Todos los días del Metro Grecia a Tobalaba tengo relaciones sexuales.  ¿A propósito?  No.  Es imposible no hacerlo.  Pero igual como dice la canción de Regaeton, en el metro se hace el amor con ropa.  Subirse al metro es vivir en carne y hueso una orgía con muchos extraños.  El jueves pasado estoy seguro que engendré a mi primogénito con una señora que iba al frente mío.  ¿Lo perturbante?  La vieja igual sonreía.

                Por eso todas las mañanas me hago la siguiente pregunta: “¿Prefiero llegar tarde o ser abusado?”.  Y como soy un hombre responsable, y al parecer con tendencia de disfrutar orgías, me subo al metro todos los días.  Si en cada estación deberían vender condones.

                Por eso, anticipando una posible enfermedad sexual por culpa de subirme al metro, hago el llamado a CUALQUIER mina que quiera pololear conmigo, no me importa que nuestra relación no esté basada en amor, o que se parezca a Jennifer Aniston, lo único que me interesa es que viaje todas las mañanas desde Peñanolén hasta Manuel Montt.  Por favor, no quiero tener que nombrar a mi hijo Francisco Bilbao sólo porque tuve sexo con su vieja, inconscientemente, en esa estación.

                Pero algo que de verdad me perturba en el metro es cuando el vagón se detiene antes de llegar a la estación, y aparece la voz en off, con todo el estilo de Rojo: Fama contra fama, y avisa que nos detendremos unos minutos porque hay otro vagón parado en la siguiente estación.  Ahí hay que apretar cachete, cubrirse la raja con la mochila o cualquier cosa, y rezar a “Jebús” que no tengas un pervertido con el Kino Acumulado atrás tuyo.

                Maldito Metro, que además de ser lugar fijo para contraer enfermedades sexuales, pareces un sauna, pero en este sauna no me encuentro con mujeres como Jennifer Lawrence o Hope Solo en sus fotos filtradas, si no que me encuentro con viejitas que aparte de estar más arrugadas que escroto de zombie, utilizan sus carteras como un arma mortal para atacarme cuando intento subirme antes que ellas.

                Hoy no hay High Five, y si pronto no aparece un buen samaritano que me ofrezca viaje en la mañana, estoy seguro que pronto los estaré invitando a un Baby Shower.


                Saludos a todos, y que tengan una gran semana…menos a los que son dueños del metro. Hijos de puta.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Estúpido y sensual Santiago

                Llevo una semana trabajando en Santiago y como al Pisco sin hielo, de a poquito le agarro el gusto.  Pero vivir en Santiago tiene sus pros y contras.  Uno de los mejores es que hasta las minas feas son ricas, fui a una fonda el miércoles y fue como ver un desfile de Victoria’s Secret, pero en vez de vestidos de lujo estaban todas curaditas con una chicha.

                Pero lo mejor de haber comenzado a vivir en Santiago la semana del 18 es que me dio tiempo pa’ adaptarme a la “Caña Capital”.  Que al fin y al cabo es la misma caña, pero se pasa con Smog.  Y como quería tener una caña legendaria, me fui bien a la “chilena” y me compré un tequila, y no me vengan con que eso fue poco patriota porque en las fondas se escucha más Don Omar o el Hit del momento en vez de una buena cueca nacional.  Pero entre tanto panorama, compré el tequila, compré la sal, y por no escuchar a Julieta Venegas se me olvidó el limón.  ¿Se fue todo a la mierda?  No, porque “citando” a un héroe chileno, Arturo Prat: “El tequila sin limón es desigual, pero como saben en el 18 nunca nadie ha dejado de tomar y espero que esta no sea la ocasión”.  Además, ¿Pa’ qué vamos con weas?  El limón del tequila es equivalente al hielo del pisco, después del cuarto vaso nadie lo extraña.

                Pero como dicen los precoces: “Nada DURA para siempre”, y el alcohol con la vida joven y alocada tuvo que terminar.  Y ahí es cuando conocí la realidad del metro santiaguino.  Hoy día me iba acordando del semestre que jugué rugby en Punta Arenas, y lo provechoso que es ahora.  Porque ya no juego rugby, pero subirse al metro a las 8 de la mañana es casi lo mismo.  Entrar al metro es parecido a un ruck en rugby.  Pero en vez de gritar que la pelota salió, gritas: “Córrete vieja de mierda.”  También en el metro el “toqueteo” es mucho más heavy que en disco, a ratos uno no sabe si te quieren robar la billetera o te están corriendo mano. 

Pero algo que estoy seguro, es que hasta a Patch Adams le da depresión en esta ciudad.  Saludas a la gente o le sonríes, y en vez de devolver la sonrisa como lo hacían con el querido Patch, te miran con cara de: “Sal de acá, pervertido de mierda.”  Es como si el metro fuese como los Dementores de Harry Potter y succionara la felicidad de la gente, nadie sonríe, y el que sonríe es porque le gusta el toqueteo de un extraño.

Y así es Santiago, tercera ciudad que me entrega pega en este país, y puedo decir orgulloso como Viñamarino que no es Chile.  Si es grande, tiene carrete, y si faltan las lucas pa’l cigarro lo único que hay que hacer es aspirar el aire, si el Smog sabe como un rico Malboro.  

Estúpido y sensual Santiago.  Esperemos que seas como el sushi y de a poco te agarre el gusto. 


High Five capitalino pa’ todos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Piscola Ice Glass Challenge

              Me han desafiado TRES personas al “Ice Cub Challenge”, a las tres les he dicho que no.  ¿Por qué?  Me va a dar frío la wea.  También porque no tengo plata pa’ donar, y si no hay plata, ¿Pa’ qué hacerlo?  Díganme amargado, pero prefiero tirarle un balde con agua fría a los perros cuando se quedan atorados tirando que a mi hermosa persona  en pleno invierno.

                Encuentro la raja la campaña que se ha hecho.  Pero por ahí hay personas que lo hacen porque viven de los “Me Gusta” o “Retweets” del resto.   Otra vez, díganme amargado.  Es más, ahora he visto que personas más amargadas que yo andan alegando que los niños en África no tienen ni un vaso pa’ tomar agua, y acá nosotros bañándonos como si la wea fuese meado de dioses.  A esos “amargados”, les digo que no mezclemos peras con manzanas, ni Chela con Pisco.  Yo no hago la wea del “Challenge”, porque me daría frío y no tengo lucas, pero decir que estamos malgastando agua es otra mierda po.  Fíjense que esas personas carretéan dos veces a la semana por lo menos, se toman una promo a medias aproximadamente en la noche, y de ahí sacan entre 4 o 5 piscolas, dependiendo que tan valientes son.  De esas 4 o 5 piscolas cada vaso tiene unos 3 hielos, pa’ los maracos 4.  O sea por noche gastan aproximadamente 20 hielos, sólo ustedes, entre sus amigos más de 100, y eso que no cuento el agua que está en sus tragos.  ¿Y qué ganan?  Tener caña o lograr curar a su conquista.  A lo que voy que agua todos usamos de diferente manera, así que dejen lo cartucho pa’ las monjas y sus opiniones sobre el porno.
 
                Pero igual, yo soy anti-esa wea challenge, pa’ los pinta-monos.  Si Jennifer Lawrence lo quiere hacer con polera blanca y sin nada abajo, no hay problema, todos gozamos y la weona dona.  Pero nosotros los mortales que nos cagamos con pagar $400 pesos en la micro y le ofrecemos al micrero $300, máximo $350, dejemos los desafíos pa’l resto.

                Mejor vámonos a otro desafío.  Algo más chileno, y que en nuestro país, y en este mes, sería más fácil viralizar que SIDA en comunidad Hippie/Drogadicta/Anti-Condones/Liberales.  El “Piscola Ice Glass Challenge”, o mejor aún, porque pa’ qué vamos con weas estamos en Chile y no EEUU, el “Piscola Vaso con Hielo Desafío”.

                ¿En qué consiste?  Me tomo una Piscola con hielo al seco y desafío a tres amigos que lo hagan.  ¿Pa’ qué?  Más personas lo hacen antes de las Fiestas Patrias, más personas llegan encañadas y con odio hacia el alcohol, menos personas van a querer tomar en las fiestas, menos accidentes en auto van a haber.  Todos ganamos, tenemos una razón “digital/viral” pa’ piscolear al seco sin que nadie se enoje, y en vola menos curawillas se van al patio de los callados en septiembre.  ¿Qué tal?  Yo comienzo haciéndolo la próxima vez que tenga una Piscola al frente.

                Y con eso los dejo.  Si quieren andar mojándose por la vida…vos dale.  Si eres mujer y quieres hacer eso…vos dale.

                High Five, y por favor paren con los estados y Tweets de que llegó Septiembre…ya sabemos que llegó la wea, y no, no queremos saber que en este mes se vienen asados y curaderas…eso es más obvio que…puta no sé, algo obvio.


                Chao.

lunes, 25 de agosto de 2014

24 años de amors

                Llevo 24 años de vida, en los cuales casi todos los años he aprendido algo.

                En el primer año aprendí que cagarse en los pantalones puede ser tierno hasta cierto momento, cosa que a los 10 años olvidé cuando corriendo de la cancha a mi casa no aguanté y volví a llenar de “desechos” mis calzoncillos de Mickey, convirtiendo mis pantalones en una especie de Chernóbil.  A los dos años me di cuenta que mi gordura, si, fui sobre peso por mucho tiempo, nací con casi 5 kilos de amor, era algo que las mujeres encontraban adorable.   Después viví en EEUU, teniendo 12 años y seguía igual de gordo, ahora las mujeres me encontraban igual de adorable como un judío encontraría adorable a un Nazi.  O sea nada.  Mi primer beso lo di a los 15 años y después me enteré que esa mina ahora es lesbiana.  Algo pasó ahí.

                A los tres años me acuerdo de haber hecho mis primeros amigos, me acuerdo que era fácil.  Veo a alguien con un chupete, le muestro mi chupete, los dos tenemos chupete, somos amigos.  Pero a los 13 años en EEUU no fue tan fácil.  Algo de mi gordura no les gustaba a los gringos, así que haciendo historia larga a corta, una vez me senté solo en el almuerzo por dos semanas.  Aprendí que no es tan fácil hacer amigos, y que algunos gringos son unos conchas de tu madre. 

                Pero después crecí y baje de peso.  O sea podríamos decir que soy como el vino.  A los 14 años me di cuenta que es posible pesar lo mismo que cuando tenía 7, así de gordo era.

                A los 15 años tuve mi primer carrete con copete.  Aprendí que la caña es lo peor, y que si uno se cura a esa edad hay que vomitar antes de llegar a la casa.  Porque puta todas las veces que llegué a vomitar a la mía, y las incontables veces que mi viejo me metió a la ducha.  Aprendí el dolor de estar castigado en un 18 de septiembre, y aprendí que el agua el domingo en la mañana no tiene que ser agua bendita de la iglesia para ser sanadora.

                En tercero medio, a los 17 años, aprendí que no hay primera sin segunda, así que volví a hacer tercero medio.  No me arrepiento, me hice a mis mejores amigos en esa generación.  A los 19 pololié por primera vez.  Aprendí que no hay macabeo triste y que siempre el primer pololeo es uno “macabeo”.  A los 21 se terminó el pololeo y aprendí que no hay peor caña que la caña del despechado.  Y no hay weón más latero que un despechado.  Vuelvo a decir, creo que soy como el vino, porque mucho de mí les da dolor de cabeza a muchas personas.

                A los 22 me fui a Punta Arenas y aprendí que el mito de que los cocos se encogen con el frío es verdad.  También aprendí que Punta Arenas ES LA RAJA, y mi blog se hizo famoso por unas semanas.  Gracias, Punta Arenas.  A los 23 años aprendí  que la caña es la misma en el sur como en el norte.

                Ahora a los 24 años aprendí que si un weón se tira un balde con hielo, muchos lo van a hacer.  Que el farol alumbra si sólo uno le pone empeño, y que maricón es el que le pega a las mujeres…y también maricón es el que no te da un cigarro.

                Mis entradas están más grandes, y los amigos son menos, pero feliz de haber cumplido 24.  Algo me dice que este año va a estar bueno.


                High Five.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Los HOMBRES complicados

Las minas son complicadas y ya dejé eso más que claro con el último post.  Pero los hombres no nos quedamos tan atrás tampoco.  Sí, las minas son más frías que los hombres, aunque se calienten todas las weonas viendo “Las 50 sombras de Grey”, son frías.  Pero el hombre siendo más caliente, cosa que las mismas mujeres a veces hasta nos critican, es complicado.

                Somos simples pa’ elegir la ropa.  Ir a comprar ropa con un hombre puede ser hasta más fácil que tirarse a una puta pagada.  Llegas, eliges y compras.  Llegas, eliges y metes…red compra si estás hablando de ropa.  Pero nos damos vueltas en weas que las minas encuentran tan fácil.  Una weona quiere bailar con un weón en la disco, va y le mueve el poto, el weón se calienta y bailan.  CORTA.  Pero un weón quiere bailar con una mina, se queda una hora mirándola, ojeándola entera, pensando en que “frase sexy” puede decirle pa’ sacarla a bailar, y cuando llega el momento el weón se da cuenta que la weona ya se está agarrando a un guatón de mierda, que bien guatón y lleno de espinillas puede estar, pero el concha de tu madre aperró pa’ sacarla a bailar.

                Los hombres somos bien minas pa’ nuestras weas a la hora de elegir como quedar curados.  Cuando estamos a punto de comprar el “shrago” pa’ la noche nos paramos al frente del Capel, Alto del Carmen y el Mistral.  Capel no compramos, porque puta, es Capel.  Alto no compramos porque nos da caña, y al final Mistral no compramos porque también nos da caña.  Nos damos tantas vueltas pa’ comprar copete sabiendo que sólo lo compramos por dos razones: Curarnos o curar a alguien.  Y en ese momento en que de verdad nos complicamos pa’ comprar, entiendo a las minas cuando no pueden elegir la blusa celeste o azul, siendo que las dos weas son iguales.

                Los machos nos hacemos los machos pa’ todo.  Pero cuando nos tienen que sacar un parche puta que la sufrimos.  No me vengan con que son todos los weones Rocky Balboa ahora, porque todos la lloramos cuando nos sacan el parche del brazo peludo.  Ese dolor es equivalente cuando vemos a nuestro equipo de fútbol perder.  Que tire la primera pierda el weón que no lloró cuando Jara se perdió el penal.  Las minas no entienden eso, pero si a un weón lo patéan cuando su equipo pierde un partido, yo creo que el hombre llora más porque su equipo perdió.

                Las minas son complicadas porque tienen más pa’ elegir.  De cinco weones que le gustan a una mina, sólo dos minas le gustan a un weón.  Es más fácil que a un weón le guste una mina que a una mina le guste un weón.  ¿Me hago entender?  La mina siempre se hace querer, sabe que le gusta a uno, bacán, que venga el siguiente.  Los calienta a todos como si la weona fuese microonda comunitario, mientras que el pobre diablo, como decía Don Omar en una de sus tantas poesías, está más enredado que cachipún de Úrsula pa’ declararse a una mina.  “Me gustas”, “Me calientas”, “¿Bailemos?”.  Son “declaraciones” que se ven simples.  Pero hay que ser bien “Chuck Norris” pa’ decirlas cuando de verdad te gusta la weona.

                Los hombres nos ahogamos en un vaso de agua, y el vaso es de shots, o sea imagínense.  Pero eso pasa porque la tendencia de las minas de decir que NO a todo nos ha puesto así.  Antes era hermoso pa’ una mina que un buen mozo como yo la sacase a bailar.  Pero ahora hasta pa’ pedirles permiso nos da miedo.  “¿Me das un cigarro?” “No”.  “¿Quieres bailar?” “No.”  “¿Me das permiso?” “No, roto de mierda.”  Pero les decimos: “¿Quieres un cigarro”, y si dice la weona.  “¿Vamos a bailar? Es barra abierta” y otra vez sí, la perla.  “¿Te dejo pasar?”  Y dale con el sí, conchetumadre. 

                Citando a Marthin Luther King Jr.: “Yo tengo un sueño, que algún día, tanto negras como blancas, asiáticas como indias, me digan que SI cuando las saque a bailar en la disco.” 

                El hombre es complicado.  Sí.  Pero esto es un partido a dos bandos.

                Que las minas hagan la ecuación más fácil, así los weones nos “descomplicamos” más rápido y todos los calientes encubiertos felices.


                High Five, hombres.  Y que las minas se queden con sus “50 sombres de Grey”, nosotros tenemos las incontables temporadas de “Emanuelle.”

domingo, 17 de agosto de 2014

Las MINAS complicadas

                 Hablando con una amiga sacamos la discusión de cómo se jotéa hoy en día.  Antaño, muuuy antaño uno hablaba con la mina bien seguido para joteársela bien.  Eso sí, siempre preocupado de no caer en la temible “Friend Zone”.  Ahora las minas son diferentes.  El “Bla-Bla” quedó en el pasado.  Ahora a las minas les gusta ir más “al choque”.

                En la época de mi Tata, él le enviaba cartas de amor a mi Titi, mi abuela.  Las cartas de cierta manera eran “románticas”, ahora en el Siglo XXI cambiamos las cartas por las piscolas.  Mientras más piscolas le damos a la mina, más se cura, más mino nos ve y más posibilidades tenemos de “cuchi-cuchi”.  Si la mina no toma, estamos hasta el loli.  Pero hay un plan B, darle bebida con hielos de Vodka…sé que esto puede ser juzgado hasta como un intento de violación, ya que la estamos curando sin su consentimiento, pero en momentos difíciles, hay que ponerse creativos.

                Ahora invitar a un café a una mina es prácticamente pedirle matrimonio, o muchas minas piensan así.  La formalidad se puso muy “cartucha” a la hora de jotear.  Ahora tenemos que ponernos menos como Leonardo DiCaprio en Titanic, y más como el Leo en Lobo de Wall Street, o sea menos hacer dibujitos de la mina pa’ enamorarla, y más de andar “jalando cocaína en la raja de la weona”.

                Aunque las minas digan que no, que aún le gustan los romanticones y son fanáticas de San Valentín, no nos leamos la suerte entre gitanos, sabemos que les gusta San Valentín porque se llenan de regalos.  Porque si ese día un pololo o esposo indefenso no les tiene un regalo, arde Troya, weón.

                Jotear es fácil pa’ las mujeres.  Los hombres somos más simples.  Es más fácil leernos que un Condorito.  Entender a una mujer es como leer un libro en un idioma mezclado entre Chino y Árabe.  Las sacamos a bailar y somos hincha pelotas, porque las “lesbianas encubiertas” quieren bailar con sus amigas toda la noche.  No las sacamos a bailar y somos unos weones que no sabemos “como hacerla”.  Les hablamos y somos muy ahogantes, no les hablamos y nos estamos joteando otras minas.  Les compramos ropa y les queda chica, las encontramos guatonas, si les queda grande les estamos tirando una indirecta pa’ que coman.  Por mi parte soy más sencillo.  ¿Me quieren regalar algo?  Una polera.  ¿Cómo me gustan?  Con dos mangas y un hoyo pa’ mi cabeza.  ¿Algo pa’ tomar?  Una Piscola.  ¿Cómo me gusta? Con pisco.

                Sé que tipos de minas hay miles.  Pero todas siempre serán más complicadas que un hombre.  Y lo peor es que saben que son complicadas, y lo disfrutan.  Son el único ser vivo que se puede quedar parado viendo ropa por dos horas en el mismo metro cuadrado, y no sufrir de aburrimiento.

                Pero así y todo nos gustan.  Si las minas son complicadas, nosotros los muy weones somos masoquistas, porque mientras más “peludo” sea joteársela (Y obviamente menos peludo otras cosas), la mina es más deseable. 


                High Five pa’ las complicadas.  Aunque sean como ver un orgía de pulpos, igual la disfrutamos.