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lunes, 22 de septiembre de 2014

Estúpido y sensual Santiago

                Llevo una semana trabajando en Santiago y como al Pisco sin hielo, de a poquito le agarro el gusto.  Pero vivir en Santiago tiene sus pros y contras.  Uno de los mejores es que hasta las minas feas son ricas, fui a una fonda el miércoles y fue como ver un desfile de Victoria’s Secret, pero en vez de vestidos de lujo estaban todas curaditas con una chicha.

                Pero lo mejor de haber comenzado a vivir en Santiago la semana del 18 es que me dio tiempo pa’ adaptarme a la “Caña Capital”.  Que al fin y al cabo es la misma caña, pero se pasa con Smog.  Y como quería tener una caña legendaria, me fui bien a la “chilena” y me compré un tequila, y no me vengan con que eso fue poco patriota porque en las fondas se escucha más Don Omar o el Hit del momento en vez de una buena cueca nacional.  Pero entre tanto panorama, compré el tequila, compré la sal, y por no escuchar a Julieta Venegas se me olvidó el limón.  ¿Se fue todo a la mierda?  No, porque “citando” a un héroe chileno, Arturo Prat: “El tequila sin limón es desigual, pero como saben en el 18 nunca nadie ha dejado de tomar y espero que esta no sea la ocasión”.  Además, ¿Pa’ qué vamos con weas?  El limón del tequila es equivalente al hielo del pisco, después del cuarto vaso nadie lo extraña.

                Pero como dicen los precoces: “Nada DURA para siempre”, y el alcohol con la vida joven y alocada tuvo que terminar.  Y ahí es cuando conocí la realidad del metro santiaguino.  Hoy día me iba acordando del semestre que jugué rugby en Punta Arenas, y lo provechoso que es ahora.  Porque ya no juego rugby, pero subirse al metro a las 8 de la mañana es casi lo mismo.  Entrar al metro es parecido a un ruck en rugby.  Pero en vez de gritar que la pelota salió, gritas: “Córrete vieja de mierda.”  También en el metro el “toqueteo” es mucho más heavy que en disco, a ratos uno no sabe si te quieren robar la billetera o te están corriendo mano. 

Pero algo que estoy seguro, es que hasta a Patch Adams le da depresión en esta ciudad.  Saludas a la gente o le sonríes, y en vez de devolver la sonrisa como lo hacían con el querido Patch, te miran con cara de: “Sal de acá, pervertido de mierda.”  Es como si el metro fuese como los Dementores de Harry Potter y succionara la felicidad de la gente, nadie sonríe, y el que sonríe es porque le gusta el toqueteo de un extraño.

Y así es Santiago, tercera ciudad que me entrega pega en este país, y puedo decir orgulloso como Viñamarino que no es Chile.  Si es grande, tiene carrete, y si faltan las lucas pa’l cigarro lo único que hay que hacer es aspirar el aire, si el Smog sabe como un rico Malboro.  

Estúpido y sensual Santiago.  Esperemos que seas como el sushi y de a poco te agarre el gusto. 


High Five capitalino pa’ todos.

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